Henry MORALES
En la aldea San Pablo Las Delicias, en el norte de Guatemala, María Baten llora por la falta de lluvia. “No tengo agua, no tengo nada”, dice esta madre de cinco niños en lengua maya, mientras se seca las lágrimas.
La sequía amenaza con una crisis alimentaria a esta zona de Guatemala donde los indígenas aprenden a aprovechar al máximo las escasas lluvias, conservando la humedad de la tierra en la que cultivan principalmente maíz y frijol.
“Envidio a la gente que tiene agua, envidio a esa gente de verdad (…) ¡Qué sufrimiento!”, dice a la AFP Baten, de 36 años.
Organizaciones internacionales consideran que Guatemala es uno de los 10 países del mundo más vulnerables al cambio climático, cuyos efectos empujan a decenas de miles de personas a migrar cada año hacia Estados Unidos.
Enclavado entre montañas, el departamento de Quiché es habitado en su mayoría por indígenas mayas que viven en la pobreza.
La oenegé Save the Children, presente en la zona a través de múltiples programas de ayuda, asegura que 3,5 de los casi 18 millones de habitantes de Guatemala están bajo amenaza de “una crisis alimentaria sin precedentes” por la escasez de lluvias asociada al cambio climático y al fenómeno de El Niño.
La organización capacita a los aldeanos en técnicas para conservar la humedad del suelo, como la excavación de acequias para filtrar agua en laderas, y la construcción de barreras para evitar deslizamientos.
Las técnicas “permiten la conservación de suelos, lograr una mejor irrigación” y enseñan a las comunidades a “cuidar sus cultivos”, explica Alejandra Flores, directora interina de Save the Children en Guatemala.
La temporada lluviosa iba de mayo a octubre en Guatemala, pero con la presencia de El Niño en gran parte de Centroamérica las precipitaciones son ahora “bastante irregulares y deficitarias en algunos lugares”, señala el meteorólogo César George.
– “Regalo del Señor” –
Los aldeanos también reciben capacitación para producir fertilizantes a partir de hierbas y un insecticida natural a base de chiles y ajos.
Tres de cada cinco guatemaltecos viven en la pobreza, pero la tasa aumenta a cuatro de cinco en los poblados indígenas, donde las lluvias son vitales para la producción agrícola y la alimentación.
Ataviada con un colorido vestido, Raymunda Itzol, de la comunidad de Xecanap, retira maleza de su pequeño campo de frijol. “Aquí no hay agua”, solo las lluvias “que nos regala el Señor”, indica.
Sentado en un banco, Francisco Carrillo, de 87 años, pela mazorcas de maíz en su rústica casa en la misma aldea. “No hubo lluvias y no salió buena” la cosecha, dice mientras separa las mazorcas comestibles del resto. Tendrá que descartar la mitad.
– “Los niños enferman” –
En zonas rurales de Quiché, las familias indígenas viven en precarias casas de adobe, con techos de tejas o láminas de zinc y sin agua potable.
Desde hace años recolectan agua de lluvia, de riachuelos o la que se acumula en pozos cavados en la tierra.
A veces el agua es contaminada por animales y al beberla “los niños enferman”, dice Tomasa Ixcotoyac, de 40 años, mientras extrae agua turbia de un pozo con una cubeta.
La oenegé también enseña a los aldeanos a purificar el agua para evitar enfermedades.
Con botellas de plástico sobre una mesa, los capacitadores muestran los pasos para verter las gotas de cloro y en un fogón enseñan que el burbujeo indica que el agua hirvió y es potable.
Miles de familias también reciben ayuda monetaria de la ONG -unos 80 dólares mensuales durante varios meses del año- para comprar alimentos.
Para enfrentar la sequía, el gobierno guatemalteco y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) implementan un plan de 66,7 millones de dólares para mejorar los sistemas de captación de agua.
El proyecto pretende asegurar el sustento de 19.000 familias en el Corredor Seco, una franja árida del norte de Guatemala que abarca también partes de Honduras, El Salvador y Nicaragua y que es vulnerable a eventos climáticos extremos.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) promueve a su vez en la zona la cosecha de hortalizas como zanahoria, rábano, tomate y hierbas que no requieren de mucho riego y se reproducen en periodos más cortos. También entregan semillas fortificadas de maíz y frijol, explicó el director adjunto del ente en Guatemala, Hebert López.
– “Miedo a la lluvia” –
Aunque la sequía golpea vastas zonas de Quiché, hay otras áreas de la región que se ven afectadas por temporales que arrasan casas y cultivos, cuya virulencia se vincula también al cambio climático.
“Cuando llueve nos da miedo”, cuenta Ilsia López en la aldea Sajubal, zona maya afectada por los huracanes Eta e Iota en 2020, fuera del Corredor Seco.
Bordeada por precipicios y bosques de pinos, aquí llueve más por las altas cumbres. Una reciente cosecha de frijol “se pudrió” por exceso de humedad en el suelo, cuenta López, de 31 años, mostrando las vainas secas.
Centroamérica y el Caribe “es la región que más sufre por los embates del cambio climático” aunque “genera un porcentaje ínfimo de gases de efecto invernadero”, dijo la semana pasada en la Asamblea General de la ONU el presidente Alejandro Giammattei. “Somos los que más daños padecemos año tras año”.